por: Mónica Herrera
Desperté a las 7 de la mañana y en lugar de apurarme para llevar a mi hijo al colegio y luego seguir a la oficina a un día de juntas interminables, me apuré a la cocina a sacar la carne que cocinaría y luego al lavadero para poner la ropa a lavar. Con precisión operativa hice un levantamiento de las áreas de la casa que requerían atención urgente: las habitaciones de los niños, el armario de herramientas, las plantas del balcón. La lista se hizo larga y tuve que asignar orden de prioridad. Calculé que con suerte me tomaría tres semanas completarla.
Al medio día descubrí que ver a mis hijos disfrutar de la comida que les había preparado me daba mucha satisfacción. Y me sorprendí cuando ellos voluntariamente decidieron hacer turnos para encargarse de fregar los platos. En el día tres de la reclusión casi quedo en éxtasis cuando ví a mi hijo lavar su baño, y al otro lavar su ropa y limpiar su habitación. No pude evitar comparar estos sentimientos con la adrenalina de presentar una campaña y que fuera aprobada, reconozco que me dio un poquito de miedo reconocer qué había postergado demasiado este tiempo familiar.
En la noche, mientras les ayudaba con las tareas de las clases virtuales y bromeábamos sobre puntos de vista, mi hijo me dijo sonriendo: «Mami, no recuerdo cuando tuviste tiempo de hacer tarea conmigo». Y es la triste realidad de muchas madres como yo, que nos afanamos tanto con los trabajos y las metas profesionales, que quitamos tiempo importante de nuestros hogares y de nuestros hijos.
Claro que tengo aun tengo lista de mejoras que podemos hacer a los productos del hogar que hoy son mis compañeros habituales: como canastas de ropa mojada con rueditas, o cubetas de agua que indiquen cuantas libras de pesas haces cuando las levantas, escobas que calculen las calorías que has quemado, o detergentes de fregar con 10 veces más humectante y colágeno…
Hoy la reclusión obligatoria del virus me ha permitido recobrar muchos de estos momentos perdidos y entre toda la tristeza por los enfermos y por el panorama económico, agradezco la oportunidad de bajar el ritmo y cambiar la sala de reuniones por la mesa del comedor, el datashow por la lavadora, y la llamada por la conversación con mis hijos.
Wow buenisimo querida Monica! Interesante experiencia y bien contada! 👏🏼Me alegro estes bien! Un abrazo!
Gracias Nicole, el aprendizaje y la reinvención es constante